Voy por las calles y hay gentes. Me asomo a los bares, a las iglesias: hay gentes. Pero en el museo, el eco es más largo que los pasos.

El arte espera, pero nadie entra a saludarlo.

Tal vez porque no huele a café, ni a incienso, ni a animada conversación de tasca.

En 1972 (Encuentros del 72), Ignacio Gómez de Liaño recitó en Pamplona su Poema de la destrucción. No para destruir el arte, sino para liberarlo de sus vitrinas:

“Liberar el arte de las obras de arte, dejar que el arte sea energía, acción, liberación, participación, comuna libertaria de la sensorialidad y de la imaginación…”

De los Encuentros del 72 a nuestros días, nuestros políticos y sus programaciones no se enteran de nada. ¿Igual les conviene? Que el arte no se mueva, que no se mezcle, que no se active.

Ellos consiguieron que el amor al Arte se apagara.

Y siguen cada vez más alejando a los conciudadanos del Arte en Libertad.

“Liberar el arte de las obras de arte, dejar que el arte sea energía, acción, liberación, participación, comuna libertaria de la sensorialidad y de la imaginación, avanzada ética de un mundo solidario.” — Ignacio Gómez de Liaño, Poema de la destrucción, Pamplona, 1972