La ausencia de policromía en las esculturas de épocas anteriores —especialmente en piezas clásicas grecorromanas y medievales europeas— influyó de manera determinante en la percepción estética de los artistas renacentistas. Al contemplar obras que habían sido despojadas de sus capas pictóricas originales por el paso del tiempo, la erosión y el desconocimiento técnico, los creadores del Renacimiento asumieron erróneamente que la monocromía marmórea constituía el ideal artístico de la Antigüedad.
Este fenómeno condujo a una reinterpretación del canon clásico centrado exclusivamente en la forma, el volumen y la proporción, relegando el color como elemento narrativo y expresivo. La escultura renacentista, por tanto, adoptó una estética austera, en contraste con la rica paleta cromática que caracterizaba tanto al arte religioso medieval como al helenismo original.
El redescubrimiento moderno de trazas pigmentarias, mediante técnicas como la espectroscopía o el análisis químico de microfragmentos, ha permitido reconstrucciones virtuales y físicas que revelan el carácter policromado de piezas clásicas y góticas. Esta nueva lectura arqueológica ha rectificado la interpretación historicista que prevaleció durante siglos.
Fotografía:
Imagen restaurada S.XIII-S.XIV Gótico. Pórtico San Saturnino, Pamplona. El Infierno.


