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VECINOS

El hombre de la cámara fotográfica al hombro

Natxo Zenborain es un fotógrafo que pretende crear mundos más allá de la realidad. Para ello, recorre Pamplona en busca de inspiración

MAITANE JIMÉNEZ | IBAN AGUINAGA - Sábado, 1 de Agosto de 2015 - Actualizado a las 06:11h

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Natxo Zenborain y su fiel compañera, su cámara, al lado del Mesón del Caballo Blanco.

Natxo Zenborain y su fiel compañera, su cámara, al lado del Mesón del Caballo Blanco. (IBAN AGUINAGA)

·        Natxo Zenborain y su fiel compañera, su cámara, al lado del Mesón del Caballo Blanco.

“No importan las diferencias, todos somos personas, y yo quiero llegar a las personas”.

PAMPLONA - Aburrido de la realidad, Natxo Zenborain Etxegoien (Pamplona, 19 de enero de 1960) decidió dedicar su vida al arte surrealista. Este fotógrafo, en activo desde 1984, no se para en retratar el mundo con su cámara, sino que lo distorsiona, haciendo montajes en el ordenador para conseguir imágenes oníricas que representan “otros mundos que no se ven”, y por las que ha ganado varios premios internacionales de dibujo, técnicas mixtas y multimedia, entre ellos el Lorenzo de Medici.

A Natxo siempre le interesó el arte y lo que podía descubrir con él, y desde pequeño se dedicó a estudiarlo y practicarlo. A los nueve años participó en su primera exposición, una colectiva infantil en la Sala de Cultura García Castañón, y no ha parado desde entonces. “Después de esa primera exposición seguí jugando y entreteniéndome con colores, pinturas, collage... y enseguida empecé con la fotografía, enredando con la cámara de mi padre”, explica.

Y jugar es lo que hace actualmente, no sólo con sus fotografías y pinturas, sino también con sus performances o los congresos y exposiciones en salas del extranjero en los que participa. Con esto gana el dinero suficiente para poder sobrevivir y seguir dedicándose a su pasión, aunque con dificultades. “Hacer algo creativo en un lugar como Navarra es una lucha. A mí sin ley Mordaza ya me amordazaron”, cuenta, refiriéndose a las trabas que le ha puesto el Ayuntamiento en los últimos años para exponer su obra o realizar performances. “Ya llevo casi 16 años desaparecido de Pamplona”, añade.

A pesar de esto, Natxo, que tiene su estudio en la calle Ansoleaga, quiere a su ciudad y en especial al Casco Viejo. Y los vecinos del Casco le quieren a él. Todos le conocen, no como el fotógrafo Natxo Zenborain, sino como Natxo a secas. “A algunos les suena mi nombre pero no saben quién soy”, cuenta, y recuerda a una amiga que un día mencionó que le gustaba lo que hacía “el tal Natxo Zenborain”, estando él delante y sin saber que se trataba de la misma persona. “Cuando se enteró me pegó”, dice entre risas.

Natxo tiene muchas anécdotas “simpáticas”, como el ensayo que hizo para el Congreso Europeo de Psiquiatría de 2007, en el que presentó un audiovisual de Psico Art (arte onírico surrealista). “Me avisaron de que los internos igual se enfadaban o incluso tiraban sillas, pero no hubo ningún alboroto y me aplaudieron”, relata, y añade que años después se probó la importancia del color en la terapia con pacientes psiquiátricos.

Si hay algo que le gusta de su carrera es la posibilidad de comunicarse con cientos de personas de cualquier parte del mundo. “No importa la procedencia, la lengua, la raza, la religión o la política”, explica, “al final todos somos personas”. Natxo considera que su arte es difícil de entender para muchos, porque hay que utilizar el cerebro, y “a la gente le cuesta utilizarlo”. Por eso, está feliz al ver que cada vez llega a más personas.

“El surrealismo es inconexo para una mente normal, está por encima de la realidad”, explica. “De hecho, la realidad muchas veces está por debajo de la normalidad”. Así habla de las normas sociales, sobre todo en lo que se refiere a los más pequeños. “Los padres y la sociedad cortan las alas a los niños. Les encajonan”. Por eso agradece la suerte que tuvo de tener libros de ciencia, historia o filosofía cuando crecía, y sobre todo la literatura donde descubrió el surrealismo. Y por eso hace cursillos y talleres para niños, y crea siempre espacios para los más pequeños en sus performances happenings. Porque al fin y al cabo “los mejores embajadores de cualquier mundo son los niños”, y hay que dejar que desarrollen su talento.

Natxo encuentra la inspiración en todo, y por eso siempre sale a la calle con la cámara. “Muchas veces sales con la cámara y no encuentras nada, pero luego pasa que ves algo que te gusta o te inspira y no puedes fotografiarlo, así que siempre la llevo encima”. Además, afirma que no tiene períodos de sequía creativa, y que “cuanto más me han querido castigar, más me he expandido”.

“La realidad es aburrida. Por suerte, sigo conservando la imaginación, que funciona sola”, concluye. Y a base de cultivar la imaginación y de crear belleza con su arte, estimula su cerebro y el de su público. Con su arte, Natxo Zenborain ofrece distintos puntos de vista, permite soñar y reflexionar y hace que el mundo sea un lugar mucho más interesante.

CARRERA Además de sus fotografías y pinturas, Natxo también hace vídeos que sube a su canal de YouTube, y ha publicado libros recopilatorios de su obra pictórica que pueden verse en su página web (natxozenborain.com), donde además hay información sobre su obra y enlaces a sus blogs y a su galería online.

La carrera de Natxo se desarrolla en el ámbito internacional. Aunque algunas personas de Pamplona compran sus obras, a la venta en su web, su público es mayoritariamente americano. El fotógrafo ha participado en certámenes y exposiciones en Miami, Florencia y París, donde recuerda que su trabajo fue calificado de “impecable”, y en septiembre de este año participará en dos exposiciones colectivas de fotografía colectiva en Toronto.